© Ariel Giacardi

Del amor sometido

Yo vi las máscaras crujir de furia
contra la inerme voluntad del beso,
vi sus ojos sin nada, vi sus muecas
rayando los perfiles del infierno.

Yo vi la bestia gris de la mentira
articulando sus rabiosos belfos
por deglutir la indefensión del grito
como recién nacido, pero muerto.

Vi tanto amor, amor, aniquilado,
rodando por las calles del estiércol
o en los agrios rincones de la ira
donde todo es oscuro y extranjero,

que ya no tengo labios para darte
ni relojes de piel, que ya no tengo
más que una dura ausencia en las entrañas
pariendo, a dentelladas, el silencio.

Por eso, amor, resguárdame en tus brazos
de este naufragio que me duele. Quiero
tu edad indestructible de rompiente,
tu cintura eucarística, tu pecho,

tus manos de perfil descabestrado,
tu nombre de silábicos incendios;
quiero secos muñones de ternura
o retazos de lágrimas sin tiempo

o una brizna de ti, si lo prefieres,
adherida al abismo de mis huesos.
Necesito abrevar en tu sustancia
de asumido relámpago al acecho

para sangrar un siglo de intemperie
sobre rastrojos de epitafios negros
hasta que duela menos la memoria
de tanto amor, amor, retrocediendo.

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Biobibliografía

Ariel Giacardi, Porteña, Córdoba, 1968. Reside en Santa Fe desde 1972. Ha publicado * Extranjero de la luz, * En torno de tu nombre, * No dejes que amanezca e * Historias de uno.